Acabo de regresar de Sudán del Sur.
Hay viajes que te cambian. Este ha sido uno de ellos.
Durante doce días intensos hemos recorrido el país en 4×4 por carreteras rotas y polvorientas. Hemos sobrevolado el Nilo en avioneta. Hemos convivido con las etnias Toposa, Larim, Lopit y Mundari.
Una vez más he constatado que en la mayor parte del mundo la vida es muy austera. Sudán del Sur es un país empobrecido y en las zonas rurales se vive de forma simple y rutinaria. Hay que ir a buscar agua a la fuente, moler el sorgo para preparar la comida, sacar las vacas a pastar. Aun así la vida discurre con alegría. En los pueblos hay risas, cánticos, juegos.
Sin duda alguna, lo que más me ha impactado ha sido los Mundari; grupo nómada que vive en campamentos con sus vacas. Son corpulentos, altos, serios. Orgullosos de ser Mundari.
Constantemente están quemando las heces secas del ganado para ahuyentar a los insectos, de forma que el campamento queda cubierto por una masa de humo, como una neblina. Parece otro mundo. Otro universo.
Y lo que más me ha sorprendido ha sido la relación que establecen con sus vacas. El cariño con el que esparcen las cenizas sobre su piel para protegerlas. Lo bien que las cuidan. Cómo las tratan amorosamente. Incluso prácticas que de entrada pueden parecer desagradables, como lavarse el pelo con la orina de la vaca, al presenciarlas in situ se vuelven naturales y bellas.
En el campamento se escucha el cencerro de las vacas líderes y el mugir incesante del ganado entrecortado por el sonido de una trompeta y los golpes de un tambor. El ambiente huele a humo. Y te va impregnando lenta pero incansablemente hasta que tu ropa, tu pelo, tu piel y tu alma huelen a Mundari.
Ven a vivir esta experiencia en el viaje fotográfico a Sudán del Sur organizado por Rift Valley y gestionado conjuntamente con Australphoto.