Chad es uno de esos países africanos que tienes que consultar en el mapa dónde está. Un gran desconocido con una superficie que dobla con creces la de España, que acoge una diversidad étnica única.
Una de las cosas que me llama la atención de este país es que una parte importante de sus habitantes son nómadas (o seminómadas). Se desplazan con sus pertenencias de un sitio a otro en busca de pastos fértiles para los rebaños. Para ellos el hogar no es un espacio físico delimitado, sino que se crea ahí donde hay hierba para alimentar su ganado, que es su bien más preciado. Las vacas son su riqueza y representan su estatus social. Sería el equivalente a ahorrar dinero en el banco en occidente. Para ellos sus ahorros son sus vacas.
Nos cruzamos con unas familias nómadas y acampamos junto a ellas. Me sorprende las pocas cosas que llevan. Unos cuantos palos para construir su choza que cubrirán con telas. Algunos cacharros para cocinar: una olla para hervir el mijo, calabazas que usarán como recipiente, garrafas de plástico para almacenar agua y leche, y poco más.
Lo primero que pienso es “Pobres, no tienen casi nada”. Pero luego me doy cuenta de que han montado su campamento en un momento, y en pocos días lo volverán a recoger con la misma agilidad, mientras que nosotros invertimos mucho tiempo en montar y desmontar las tiendas, poner la mesa, las sillas, organizar la cocina equipada con platos, cubiertos, tazas, etc.
Claro, son nómadas, no pueden acarrear muchas cosas. De hecho cuanto menos lleven, mejor. Su eficiencia se basa en tener justo lo necesario. Nada más. Nosotros somos sedentarios. Necesitamos infinidad de cosas para sentirnos cómodos y aún así nunca estamos satisfechos.
Cada año, al finalizar la época de lluvias la etnia Wodaabe celebra el Gerewol, un festival mágico en el cual los chicos se maquillan y se embellecen con todo tipo de adornos para atraer la atención de las chicas. Durante varios días cantan y bailan entrando en una especie de trance y al final de la ceremonia ellas elegirán al más guapo. Es un evento social que reúne a muchas tribus nómadas de la zona.
Esta gran fiesta es un punto de encuentro, de reunión, de ocio. Y nosotros tenemos la suerte de poder estar ahí. Acampar cerca de sus tiendas. Fotografiarles cuando se arreglan y preparan. Ver cómo cocinan. Presenciar la partida de las vacas a primera hora de la mañana y el regreso al atardecer después de haber estado pastando todo el día. Disfrutar de los cánticos con unas harmonías maravillosas y de los bailes con unos movimientos sorprendentes. Abren mucho los ojos y muestran los dientes porque el blanco del ojo y de los dientes es símbolo de belleza y de salud.
El hecho de acampar a su lado nos permite interactuar con ellos de forma relajada. El jefe de uno de los clanes siente curiosidad por nosotros:
– ¿Cuántas vacas tienes? -le pregunta a uno de los hombres de nuestro grupo.
– Ninguna
– ¿Ninguna? -repite el jefe sumamente extrañado.
Y nos lanza una mirada de preocupación porque no tenemos vacas. No tenemos nada de valor. Sin vacas no tienes leche para alimentarte. No tienes estatus social. No puedes casarte. Cualquier problema que tengas no podrás solventarlo. A sus ojos somos de lo más pobre que ha visto en su vida. No poseemos ni una triste vaca. Ser pobre o ser rico, como tantas cosas en la vida, también es relativo.